Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Hoja Nueva -Metzora

BSD LA VACUNA MAS EFECTIVA “Se sentará solo fuera del campamento…”  (Vaikra 13,46) La Guemara nos cuenta que los sabios se cuidaban mucho de no tocar a las personas que tenían una mancha en la piel, porque era una enfermedad muy contagiosa. So
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BSD

LA VACUNA MAS EFECTIVA

“Se sentará solo fuera del campamento…” 

(Vaikra 13,46)

La Guemara nos cuenta que los sabios se cuidaban mucho de no tocar a las personas que tenían una mancha en la piel, porque era una enfermedad muy contagiosa.

Solían juntar a los enfermos en un determinado barrio, y había entre nuestros sabios muchas costumbres. Estaba el rab que no comía huevos que provenían de ese barrio. Otro no se sentaba en el límite hacia donde estaban los enfermos, por miedo a que los vientos que previamente pasaban por allí, traigan el contagio. Pero, rabi Iehoshua Ben Levi era diferente. El entraba al barrio y se juntaba con todos para estudiar Tora, porque estaba seguro que la Tora protege a los que la estudian.

Y explica rabenu Itzjak Arama ztz”l, que la enfermedad de la que estamos hablando es una especie de lepra en la cabeza, la misma que está escrita en nuestra perasha, y el que se enferma de esto es a causa de haber renegado de la Tora o porque su fe está tambaleando.

Y cuando una persona pecó de esta forma, la Tora ordena en forma categórica: se sentará solo, fuera del campamento. Para que esos malos pensamientos no influyan sobre otras personas, y las aparte de la Tora. Porque esta enfermedad, el ser renegado, es como un virus que quiere contagiarse y transformarse en una epidemia, y hay que alejarse y cuidarse de cosas así.

Pero existe una forma de acercarnos a estos enfermos sin peligro de contagiarnos. Si nos acercamos a ellos para ocuparnos con ellos de la Tora. Como hacía rabi Iehoshua Ben Levi, porque la Tora protege y salva, es Tora Or, la Tora es luz, que hace desaparecer cualquier oscuridad.

Contó el rab Galinsky que tuvo el mérito de recibir la visita de un gran profesor del Tecnion. Este profesor viajó desde Haifa hasta Hadera para discutir con el rab.

Le expliqué que sería casi imposible discutir, porque no tenían ningún punto en común del que poder hablar. Y para que entienda, puse delante de sus ojos lo que dice la Guemara, en el tratado de Berajot (17a): era común escuchar de la boca de los sabios de Iavne: yo soy una creación, y mi compañero también es una creación. Y explica Rashi: yo me ocupo de la Tora y mi compañero es un ignorante, y de la misma forma en que él no pregunta nada ni tampoco intenta investigar sobre mi trabajo, yo tampoco lo hago con el trabajo de él.

Yo no pretendo inmiscuirme en tu trabajo ni en tu ciencia, conozco mi ignorancia sobre esos temas. Y te digo, también tú, no pretendas discutir conmigo sobre la Tora y sus preceptos, porque eso demostrará que a pesar de ser profesor no sabes nada sobre este tema.

El profesor aceptó no discutir. Vio como los alumnos de la Ieshiva se concentraban en su estudio y dijo: ni siquiera entiendo en qué idioma hablan, no sé nada de lo que hacen o acostumbran, pero, hay una cosa que me llama la atención, ¿cómo pueden estar sentados catorce horas, balanceándose hacia adelante y hacia atrás? Si yo haría eso, se me romperían los discos de la vértebra lumbar.

Le contesté: qué bueno que me has recordado esto. Llegué aquí en tren, desde Tel Aviv. Frente a mí estaba sentado un muchacho que, apenas salimos de la estación, sacó de su bolso unos sándwiches y unas verduras, y sin envidiarlo, pero estuvo masticando y masticando todo el viaje. Saqué un libro, pero no pude sacarle los ojos de encima a este muchacho, las mandíbulas subían y bajaban, subían y bajaban. El alimento se trituraba, se masticaba, se trituraba y se tragaba. Y las mandíbulas seguían, arriba y abajo… Si te hubieran dicho a ti que hagas eso, se te habrían desgarrado los músculos! ¿Cómo podía hacer esto este muchacho?

El profesor no entendía: aquí no se trata de un simple movimiento de mandíbulas, el muchacho está comiendo…

¿Y qué?, le pregunté, no entiendo, ¿por qué no se le rompen los músculos de tanto subir y bajar?

El está comiendo, está disfrutando de la comida…, contestó triunfante el profesor…

Y los alumnos de la Ieshiva, cuando van adelante y hacia atrás, ¿tú sabes cuánto están disfrutando de su estudio?

Traducido del libro Vehigadta Leiamim Hanoraim.

 

Leiluy Nishmat

León Ben Ezra  z"l



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