Rav Arie Natan
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Parashat Nitzavim

El siete de Adar de 2488, cuando Moshé contaba con ciento veinte años exactos, dictaminó por mandato del Creador los últimos preceptos explícitos de los seiscientos trece que constituyen la obediencia de Israel: 1. El precepto de reunir a todo Israel al final de
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El siete de Adar de 2488, cuando Moshé contaba con ciento veinte años exactos, dictaminó por mandato del Creador los últimos preceptos explícitos de los seiscientos trece que constituyen la obediencia de Israel:

1. El precepto de reunir a todo Israel al final del séptimo año (Shemitá), durante la fiesta de Sucot para que el rey lea la Torá delante del pueblo, como se declara:

"Reúne al pueblo, hombres, mujeres y niños y a los prosélitos que están en tus ciudades para que escuchen y para que aprendan y teman al Eterno, su Dios, y cuiden y hagan todas las palabras escritas en esta Torá"
(Devarim 31.12)

2. El precepto de que cada uno de Israel escriba para si un Séfer Torá, como se declara:

"Y ahora, escriban para ustedes esta canción y enséñenla a los Hijos de Israel, pónganla en sus bocas para que sea para Mi esta canción como testimonio entre los Hijos de Israel"
(Devarim 31.19).

Sobre lo anterior escribe Maimónides: "Es un precepto positivo sobre cada varón de Israel escribir un libro de la Torá para si mismo, como se declara: y ahora escriban para ustedes esta canción. Es decir escriban para ustedes el libro de la Torá dentro de la cual se encuentra esta canción (Haazinu, Devarim 32.1-43), ya que no se escribe la Torá en trozos separados (o sea no se escribe separadamente Haazinu, sino dentro de todo el libro). E incluso que le hayan heredado sus padres un libro de la Torá, es un precepto que cada varón escriba uno por si mismo, y si lo escribe con su propia mano es como si hubiera recibido la Torá directamente en el monte Sinaí. Si no sabe escribir – otros pueden escribir para él e incluso quien corrige un libro de la Torá, inclusive una letra, es como si lo hubiera escrito completo" (Hiljot Séfer Torá. 7.1)

La profundidad que conecta estos dos preceptos se expande dentro de los puntos e hitos mayores que el pueblo de Israel tiene como misión, su contenido espiritual como pueblo y como individuo se ve reflejado en las ideas que expresan estos preceptos. Israel es un pueblo único dentro del devenir de la historia, una de las características de esta especialidad se manifiesta particularmente mientras otra lo hace de manera general.

Por un lado Israel están considerados como una unidad de alma, como escuchamos de la Torá, que con setenta almas bajaron a Egipto, siendo todas estas almas procedentes de una sola fuente: Yaakov, debido a eso tienen un solo supervisados: Hashem; mientras que las naciones del mundo que se dividen en setenta pueblos distintos, siendo que cada uno posee un representante espiritual particular. Sobre Israel no existe ningún ministro espiritual, ninguna estrella ni ninguna constelación, sino que el Creador nos supervisa directamente, esto garantiza que la unidad del pueblo, a pesar de cualquier separación material, se mantenga inalterable y podamos reconocer una misma identidad. En cambio las naciones se separaron unos de otros y precisamente se separaron según el número de los Hijos de Israel, así como Israel fueron setenta almas procedentes del patriarca Yaakov, así las naciones son setenta. Sobre este concepto explica Rabí Yashaya Hurvitz (Hashlá Hakadosh, Segunda parte, pag. 91):

"Por el número de los Hijos de Israel, ya que las casas paternas de ellos son también setenta, pero ellos son todos una sola alma, uno sin división, y esto debido a que la parte de Hashem en el mundo es su pueblo; y la parte se parece al conjunto, así como El es uno, así también ellos (Israel) son uno. Todo Israel es parte de Hashem desde la perspectiva de la eternidad, como se declara: Todo Israel tiene parte en el mundo venidero."

Vemos por lo tanto que Israel en su generalidad es considerado una unidad, responde a un patrón colectivo en tanto pueblo y tiene un sustrato espiritual aglutinante que lo hace sobresalir sobre el resto de las familias de la tierra.

Por otro lado, cada persona de Israel es especial en si mismo, en su propia y particular personalidad, como han declarado nuestros maestros que cada uno y uno amerita el mundo venidero, y en forma particular cada alma es supervisada por el Creador. La individualidad de cada persona se ve reflejada en el hecho que tiene una parte en la Torá, un tema, un marco espiritual propio está reservado para cada miembro del pueblo de Israel, así como todo el pueblo es representado como un unidad frente a Hashem, también dentro de esa unidad se manifiesta la personalidad de cada uno según las propias características. Por tal motivo, estos dos preceptos se unen profundamente, por un lado el precepto de reunir al pueblo para Hakel, los hombres, las mujeres y los niños para escuchar la Torá, ya que todos son una misma alma; y después el precepto sobre cada uno en particular de escribir un Séfer Torá para si mismo. Cada vez que Israel cumple la voluntad del Creador están unidos a El particular y generalmente, en cambio el alejamiento de Hashem acarrea una pérdida de la dimensión particular y general para caer en la definición del resto de las naciones.

Cuando el pueblo de Israel se ha alejado de Hashem y la identificación con las naciones del mundo comienza aumentar, el peligro de la desaparición se acrecienta; sin embargo Hashem mismo puso una alternativa para remediar este alejamiento: el retorno a las fuentes. Dice el Hashla Hakadosh: "en el retorno volvemos a una interioridad santa"; es decir el proceso por el cual retornamos al Creador amerita de un retorno a dentro de nosotros mismos, para que podamos construir desde allí un cambio vital; ese cambio se llama "Teshuvá". Como introducción a los preceptos de Hakel, la dimensión general, y de escribir un Séfer Torá, la dimensión particular, leemos en la Torá una gran advertencia de retornar, así se declara el proceso que denominamos Teshuvá:

"Porque el precepto que te ordeno hoy no está oculto de ti, ni se encuentra lejos; no está en el cielo para que digas: ¿Quién subirá hasta el cielo y nos lo traerá, y nos lo haga escuhar para que lo cumplamos? Tampoco está en ultramar para que digas: ¿Quién viajará a ultramar y nos lo traerá, y nos lo haga escuhar para que lo cumplamos? Sino que está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón para realizarlo"
(Devarim 30.11-14)

Desde la perspectiva de los sabios cabalistas, el misterio de la Teshuvá, el retorno, se manifiesta en el entendimiento, que ellos denominan "Biná", ahora bien en esta manifestación se encuentra Israel completamente unido, siendo imposible que pueda separarse Israel del entendimiento, por este motivo cada vez que una persona quiere retornar el empuje y la fuerza están presentes, como si nunca se hubieran apartado de él. Dentro de su corazón se abre una especie de manantial que constantemente se revalsa, y cuando encuentra el camino del retorno, una energía interna y vital lo comienza a guiar. Es tanta la importancia de la conexión de Israel con el retorno a Hashem que los maestros han ejemplificado el deleite de la reunión con el Creador con la siguiente imagen: en el concepto de "Biná" se encuentra aludida la idea de "el vino cuidado", es decir existe espiritualmente un vino que ha sido cuidado desde el comienzo de la creación del mundo, guardado para el deleite de los justos. Este Midrash nos enseña que en el momento que Israel vuelve a la fuente de su propio ser, se encuentra con una realidad primigenia, una realidad que lo remonta al principio de este universo, nos referimos al "vino cuidado", y esta realidad está para su deleite. Y así enseña el Hashlá Hakadosh:

"Y este vino deleita, hasta allí (hasta el entendimiento) deben llegar los que quieren retornar, porque en el momento que la persona se arrepiente y retorna subyuga a las fuerzas negativas que lo rodean hasta eliminarlas con el fin de ingresar a lo interior, entonces entra el vino y se revela el secreto, el secreto de Hashem es para los que le temen, y la palabra secreto tiene como valor numérico setenta, misma cantida de almas que bajaron a Egipto".

En la Teshuvá hay una nueva construcción de la dimensión particular y general de Israel, para guiarnos en este sendero, los dos últimos preceptos nos manifiestan estos conceptos y nos introducen en los días próximos de arrepentimiento y de juicio.

 



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