EL CASAMENTERO MINTIO
“Y le preguntó... y le entregó” (Bereshit 24,47)
Nosotros nos asombramos muchas veces al ver a los casamenteros (las personas que hoy en día intentan formar parejas) cuando no dicen exactamente toda la verdad, sino que cambian algunas cosas, algunos detalles, unos más otros menos. La pregunta es si algo así está permitido, si no se llama engañar...
Eliezer no esperó hasta que Rivka le diga hija de quién era, y le entregó, inmediatamente, las joyas en su mano. Y lo hizo porque estaba seguro, su corazón así lo sentía, que Hashem Itbaraj le ponía delante la novia para Itzjak. Pero, cuando vuelve y le cuenta todos los sucesos a la familia de Lavan, sabía que ellos se extrañarían demasiado y no entenderían por qué Eliezer se comportó de esa manera, entregando las joyas a Rivka en un tiempo muy anticipado. Hasta podían pensar que Eliezer era un tonto, algo que podría provocar que no aceptaran la propuesta de matrimonio para Itzjak.
Por eso cambió, y dijo que primero le “preguntó” y sólo después le “entregó”, o sea, les contó que primero averiguó quién era la jovencita y recién después de saber que se trataba de la sobrina de su patrón, le puso las joyas en su mano. Así no lo pondrían en ridículo.
Tenemos aquí una prueba: el casamentero puede “cambiar” sus palabras.
El rab hagaon Itzjak Zilverstein Shlita, contó algo sorprendente, que vio con sus propios ojos. Un cambio, y al novio no le dijeron toda la verdad. Así sucedió:
Una noche de Shabat, a las dos de la madrugada, mi esposa, Alea Hashalom, me despertó y me dijo que escuchaba el llanto de una mujer detrás de la puerta de nuestra casa. Me levanté de la cama y me acerqué a la puerta, y en efecto, yo también escuché el llanto.
Abrimos la puerta, y encontramos a una mujer joven, llorando. Cuando le preguntamos qué pasaba, y por qué lloraba, nos contó que se había casado en el día de ayer, en la noche del jueves, y un solo día alcanzó para que su esposo la abandone y vuelva a la casa de su madre...
Entre las cosas que nos contó, supimos que en la mañana posterior al casamiento, se escucharon golpes en la puerta de la casa del reciente matrimonio. El novio abrió la puerta y se sorprendió al encontrarse frente a un hombre, al parecer árabe.
Cuando el novio le preguntó qué deseaba, el árabe le contestó que no quería nada, simplemente vino a contarle que él era su suegro...
El novio se puso pálido, y de inmediato entendió que la mamá de su esposa se había casado con ese árabe, y que su esposa era la hija de ambos. Ni más ni menos, su suegro era un árabe...
Más tarde se aclaró que la madre de la novia había abandonado desde hacía mucho tiempo al árabe, y justamente por eso, el árabe quiso tomar venganza con su hija, tratando de arruinar su casamiento, al informarle al novio tan “fresco” que si quería saber quién era su suegro, no debería buscarlo en un Beit Hakneset, sino en una aldea árabe...
En pocos minutos, el novio ya había abandonado la casa, regresando a la casa de su madre, que vivía en el límite entre Bnei Brak y Ramat Gan. Supuestamente, bastante tiempo antes del casamiento, el novio sabía sobre cierto problema con el padre de la novia, pero como en la familia del novio también había un problemita determinado, él no investigó el asunto.
Y en verdad, aunque hubiera pensado lo peor, jamás habría soñado con la posibilidad de que su suegro fuera árabe...
La novia, desesperada, llegó hasta nuestra casa para que la ayudemos y tratemos de que su esposo vuelva a la casa. Averigüé la dirección exacta de la casa de la madre, y cuando terminó Shabat llamé a uno de los vecinos del barrio, el que me pareció tener conocimiento y aptidudes especiales para resolver este tema, y le pedí que traiga al novio a Ramat Eljanan.
Y el novio llegó.
A simple vista era un “Ben Tora” de primera, y estaba preparado para “responder” a mi pedido de volver a su casa. Puso delante mío sus quejas: ya que se trataba de un asunto tan estremecedor, estaba seguro de que el casamiento fue una “compra equivocada”, ya que de ninguna forma estaba dispuesto a casarse con una mujer que fuera la hija de un árabe, con lo cual el casamiento nunca fue un casamiento...
Le mostré una Guemara (Iebamot 45a) que afirma que en un caso así, el casamiento es válido, como lo explica el “Kehilot Iaacov” allí mismo. Pero el novio todavía seguía dudando y sostenía que el casamiento fue una “compra equivocada”. Por eso, tuve que llamar a su Rosh Ieshiva, que también intentó convencerlo de que no había ningún problema, y para sacarlo de toda duda, los casamos otra vez, y en la madrugada se escucharon en la casa de la flamante pareja los cantos que se escuchan en todos los casamientos: “Od Ishama Bearei Iehuda...”
Al primer hijo que nació de la pareja, decidieron llamarlo Iaacov Israel, en honor al Staipeler ztz”l, ya que gracias a su mérito, a su explicación de la Guemara Iebamot, el novio aceptó volver con su esposa...
Traducido del libro Barji Nafshi.
Leiluy Nishmat
Israel Ben Shloime z”l
Lea (Luisa) Bat Rosa Aleha Hashalom
Iemima Bat Abraham Avinu Aleha Hashalom