Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Nueva Hoja Nueva -PERASHAT KEDOSHIM

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HERMANOS…

“amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikra 19,18)

Cuentan que le preguntaron al Gaon de Vilna ztz”l, ¿cuál es el precepto más difícil de cumplir?

El Gaon contestó que es el precepto “Vesamajta Vejagueja” (te alegrarás en tu fiesta). Alegrarse durante siete días seguidos sin interrupción, sin un instante de tristeza.

Veamos, ahora tenemos un motivo para envidiar al Gaon Hakadosh. Nosotros no podemos envidiarlo por sus bendecidas aptitudes, como por ejemplo, que a los seis años ya dictaba conferencias, o como sabemos, que a la edad del Bar Mitzva (a los 13 años) podía “pasear” por toda la Tora (en el sentido de que sabía toda la Tora con claridad).

Pero si a nosotros nos formulan la misma pregunta, tendríamos otra respuesta: el precepto más difícil para cumplir aparece en nuestra perasha: “amarás a tu prójimo…” Ya que según la explicación del “Ramjal”, rabi Moshe Jaim Luzato ztz”l: “como a ti mismo”, sin ninguna separación. “Como a ti mismo”, sin hacer diferencias, sin cálculos. Tal cual, así, “como a ti mismo”.

Dichoso será el hombre para el cual este precepto no se le haga difícil, amar a cada iehudi, a cada hombre de Israel como a el mismo…

¿Y cómo, en verdad, llegamos a esta categoría?

Jazal (nuestros sabios, de bendita memoria) nos enseñan que Hakadosh Baruj Hu observó la Tora y creó el mundo, y no existe cosa más natural que el cumplimiento de los preceptos de la Tora.

Aparentemente, nuestra naturaleza nos empuja a amarnos a nosotros mismos, a decir “primero yo”, y el precepto “amarás a tu prójimo como a ti mismo” exige luchar contra esta cosa tan natural, nadar contra la corriente que me pide ocuparme primero de mis necesidades, antes de fijarme en los demás. Y más, la Tora nos atestigua sobre este precepto, sobre esta gran dificultad: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, lo que nos muestra que para amar al prójimo debemos observar primero cómo es el amor que tengo sobre mi propia persona…

Y también nuestros sabios lo afirmaron, que todas las respuestas fueron dadas en la misma Tora. Cuando un hombre le entrega un regalo a su compañero, le dará también los medios para alcanzar este regalo (Baba Batra 71a). No existe un regalo más maravilloso que la entrega de la Tora y el regalo de poder cumplir los preceptos. Y junto con la Tora recibimos los medios para alcanzarla. Y así también con todos los preceptos, porque Hakadosh Baruj Hu nos indicó el camino a seguir: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy Hashem”.

Y lo explicamos así: es conocido el concepto de hermandad entre los combatientes. ¿Cómo se entiende? Los jóvenes soldados de un ejército son un mosaico de personalidades. Vienen, desde luego, de distintas casas, con una educación diferente, de una sociedad diferente. Por casualidad se encuentran en un campo de batalla y están luchando por la misma causa. ¿Qué cosa los acerca tanto para ser capaces de compartir su pan? ¿O para ayudarse uno al otro? ¿Y hasta para poner la vida en peligro para salvar a su compañero? La respuesta: cuando hay una finalidad en común, un peligro en común y un destino en común, pueden juntarse las fuerzas que rompen las barreras de la individualidad. Esto no significa que dejen de ser dos personalidades únicas y distintas, sino que el “yo” queda a un costado para dar un lugar al “tú y yo”.

Cuentan sobre un estudiante de una Ieshiva al que le propusieron una jovencita para que sea su esposa. Investigó sobre la joven y fue a aconsejarse con su rab, el gaon, el justo, rabi Iejezkel Levinstein ztz”l, Mashguiaj de la Ieshivat Poneviz. Le contó al rab que todo resultaba ser maravilloso, salvo una cosa que lo preocupaba: le dijeron que la joven era muy egoísta…

Dijo el Mashguiaj: ¡es maravilloso!

El joven no entendía…

El Mashguiaj le explicó: mira, una jovencita egoísta se preocupa sólo por sí misma. Pero cuando se case, su egoísmo envolverá también a su marido. Y será egoísta dentro de su matrimonio. Cuando la familia crezca ese egoísmo abarcará también a sus hijos…

Exactamente de la misma forma que el “yo” del soldado se expande y llega a todos sus compañeros. Esta es la orden de la Tora: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy Hashem”. Todos son los soldados de Hashem, y entre ustedes debe haber hermandad…

La Guemara (Sota 40a) cuenta sobre el rab más importante de la generación, rabi Abau, que disertaba frente a cientos de sus alumnos pero con una voz muy baja. Entre ellos, uno de los alumnos que tenía una voz muy potente y a su vez armoniosa, escuchaba a rabi Abau y repetía en voz alta para toda la Ieshiva.

Una vez, la rabanit, la esposa de rabi Abau, le dijo a su marido: ¿Has escuchado? ¡Qué vergüenza! La esposa de ese alumno que repite tus palabras intenta hacer creer a todos que su esposo habla en su propio nombre…

Y nosotros diremos que es verdad, es una gran vergüenza…

Rabi Abau le contestó a la esposa con tranquilidad: ¿y qué nos importa? Los alumnos estudian, Hashem Itbaraj está satisfecho, ¿qué importa quién dicta la conferencia?

¿Quién sabe para qué fue creado? ¿O cuál será el destino del mundo? Yo fui creado para servir a mi Creador (Kidushin 82a). Bendito Hashem que nos creó para Su Honor. Todos los servidores de Hashem, están a su servicio (Mishle 16,4). Todos son llamados en Mi Nombre, para Mi Honor fueron creados (Ieshaiah 43,7).

La persona que entiende esto, sabrá que todo iehudi que aumente en su servicio, aumentará el Honor del Cielo. Y hay mucho trabajo, mucho Honor al Cielo para aumentar en el mundo, y todos estamos entregados a esta noble finalidad. Y Rabenu Haramjal ztz”l, nos dejó una gran herencia: el conocimiento para revelar el Honor al Cielo en la Tefila (oración), en bendiciones, preceptos, en obras de favor, y en el estudio que está frente a todas las cosas. Todas son chispas que juntas encenderán la redención.

Sabiendo esto, extenderemos la mano a todos los soldados, a todo el que ayuda, a todo hermano y compañero. Este es el secreto de “y acampó Israel frente al monte”, como un solo hombre, como un solo corazón (Shemot 19,2).

Con una meta en común, cada uno pone su granito de arena, hasta formar una gran masa, pero siempre con unidad y amor. Como el ejemplo del Talmud Ierushalmi (Nedarim 9,4): si la mano izquierda le pega a la derecha, la derecha no devolverá el golpe…

De paso, no está de más decir, que todo lo que dijimos respecto al pueblo, es correcto también para el ámbito familiar y en todas nuestras actividades.

Traducido del libro Maian Hashavua.

 

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom

 



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