Rab Lawrence Kelemen
Vida Judía

Los hijos son el reflejo de los padres

Si queremos criar hijos éticos, no tenemos más alternativa que mejorar nuestro carácter. Cuando se le preguntó al director de una de las escuelas judías más importantes de los Estados Unidos cuál es el desafío más grande que enfrenta
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Si queremos criar hijos éticos, no tenemos más alternativa que mejorar nuestro carácter.

Cuando se le preguntó al director de una de las escuelas judías más importantes de los Estados Unidos cuál es el desafío más grande que enfrenta hoy en día, él contestó:

Padres de familia gastan miles de dólares en colegiaturas para mandar a sus hijos a nuestra escuela, en donde además de aprender cálculo y química, se espera que les enseñemos una semblanza de ética. Después, los domingos, los padres llevan a sus hijos al parque de diversiones y mienten sobre su edad para ahorrarse 5 dólares en la cuota de admisión. Por ahorrarse 5 dólares, destruyen una educación de $15,000.

Nuestros mejores directores de escuelas han incluido cursos de ética separados en su curriculum escolar. Algunos de ellos han ido aún más allá, incluyendo una perspectiva ética en cada aspecto de su programa educacional. Todos estos programas curriculares y extra-curriculares constituyen intentos heroicos para proveer a nuestros hijos con la mejor calidad de educación judía. Es difícil imaginar lo que los pioneros de estos programas pueden hacer para mejorar el carácter de nuestros hijos.

Existe otro paso que podemos tomar, y ese paso puede hacer más para mejorar el carácter de nuestros hijos que cualquiera de los esfuerzos mencionados anteriormente. Nosotros, padres y maestros también podemos involucrarnos en el tipo de trabajo estructurado y guiado en el desarrollo del carácter, el mismo trabajo que nos hace tan orgullosos de ver a nuestros hijos hacer. Podemos crear "mussar Vaadim" (grupos de mejoramiento del carácter) para padres y maestros interesados. Participantes en estos programas trabajarían activamente en su carácter para ser mejores y más refinados modelos para sus estudiantes.

Nuestra tradición nos dice que nosotros, padres y maestros, podemos ser modelos muy poderosos. Los rabinos del Talmud ya explicaron, por ejemplo, que un niño habla en la calle de la misma forma que escucha a sus padres hacerlo en casa. Los psicólogos también nos recuerdan que el modelo que nosotros como padres mostramos, presenta influencias hasta en los más jóvenes de nuestros hijos.
Considera este reporte del Journal of the American Medical Association:

Neonatos nacen con la capacidad instintiva y el deseo de imitar el comportamiento adulto. Que los infantes pueden e imitan expresiones faciales de adultos ha sido demostrado en neonatos de hasta pocas horas de nacidos, inclusive antes de que sepan conscientemente que ellos mismos tienen expresiones faciales que corresponden a aquellas que están observando. Es un instinto más usual, porque para su desarrollo el niño debe aprender y amaestrar un vasto repertorio de comportamiento en un orden corto.

El reporte de la JAMA también nos previene sobre el downside del moldeo pediátrico; mientas que los infantes tienen un deseo instintivo de imitar comportamientos humanos, no poseen un instinto para gauging a priori aunque un comportamiento haya sido escogido para ser imitado. Van a imitar casi todo, incluyendo comportamientos que muchos adultos considerarían destructivos y antisociales.

Los estudios en E.U indican que la probabilidad de que un niño fume es doble si el padre fuma y se cuadriplica si ambos lo hacen. Información del Norwegian national Health Survey demuestra que la probabilidad de un joven adulto de tener una dieta baja en grasa es cinco veces más elevada si uno de sus padres se cuidó de consumir productos de bajas grasas. Asociaciones similares existen para el consumo del alcohol, el uso de cinturones de seguridad y el hacer ejercicio. Nosotros no tenemos razón por la cual no pensar que el ejemplo paterno no influencia en todos los comportamientos.
Si respondemos a desobediencia fuertemente, nuestros hijos y estudiantes muy probablemente harán lo mismo. Si somos deshonestos o robamos, habrá grandes probabilidades de que nuestros hijos internalicen esos comportamientos también. Ya sea que lo hagamos intencionalmente o no, a través del ejemplo plantamos nuestro comportamiento en nuestros hijos. A menos que hagan esfuerzos heroicos para desterrar estas semillas más tarde en la vida, nuestros hijos crecerán my parecido a nosotros.
Claro, nosotros los padres, también podemos ser los modelos más poderosos para cuestiones positivas en la vida de nuestros hijos. Una madre cuyo hijo va a la secundaria de la yeshivá me contó esta historia:

Fue al mercado con sus hijos. Cuando estaba pagando, el cajero se equivocó al cobrarle un producto en promoción. La mujer se acercó al director de la tienda y le explicó el error. El director estaba muy ocupado, no muy interesado en la queja de la señora e inicialmente no muy cooperativo. Sin embargo, eventualmente el director puso la mano en su caja registradora y le regresó un par de dólares de compensación. De camino a casa, la mujer se dio cuenta de que el director le había dado demasiado dinero. Era ya demasiado tarde y no podía regresar el dinero a la tienda.

Sin embargo, esa noche la mujer no pudo dormir. Siguió pensando sobre el dinero en su cartera que no le pertenecía. En la mañana apuró a los niños para que estén listos para ir a la escuela temprano, salió con ellos antes de lo normal y manejó directo hacia la tienda. Ahí, en frente de sus hijos, explicó el error que el director había cometido el día anterior. El director no estaba interesado en la historia pero tomó el pago y lo regresó a la caja.

Meses después, el hijo de la señora hizo un examen difícil en la escuela. La mayoría de los estudiantes sacaron calificaciones pobres en el examen, pero su hijo sacó un "A+". De hecho en frente de la clase el maestro alabó al niño por su perfecto desempeño. Más tarde, y al ver que tantos estudiantes habían tenido un mal desempeño, el maestro decidió contestar las preguntas del examen en voz alta. Durante el repaso el niño se dio cuenta de que había cometido un error que el maestro no había visto. A lo largo del repaso el niño estaba luchando por su "A+". Finalmente su conciencia ganó. Después de la clase se acercó al maestro y le dijo de su error.

Más tarde en la casa, el niño le contó a su madre la historia. Ella lo alabó por su voluntad de sacrificar su "A+" por honestidad. Su hijo le explicó que la batalla se había presentado mientras escuchaba el repaso. Pero después recordó a su madre devolviéndole el dinero de vuelta al director del negocio. El niño le dijo a su madre que en ese momento su batalla interna acabó y se dio cuenta de lo que tenía que hacer. (Como buen final de la historia: el maestro estaba tan impresionado de la honestidad del niño que le dejó la calificación "A+").

Todos sabemos de niños que han sido asustados por padres o maestros que respondieron con enojo, uso de lenguaje vicioso o demostración de egoísmo, deshonestidad u otras características menos refinadas. A veces dejan la religión. A veces solamente reflejan las dificultades que vivieron en casa o en el salón de clases. Conozco a niños así cada semana. Son el testimonio vivo de la necesidad de un marco formal para el mejoramiento del carácter del adulto.

La mayoría de los padres y maestros se dan cuenta de que los valores y perspectivas deben ser plantadas mediante el ejemplo personal. Sin embargo, en la práctica a veces tratamos de construir en nuestros hijos y estudiantes rutinas de comportamiento que nosotros no hemos todavía dominado. Insistimos en que nuestros hijos duerman lo suficiente, inclusive que nosotros no lo hacemos. Insistimos en que coman adecuadamente, incluso que nosotros vivimos de café y donas. Insistimos en que controlen su enojo mientras que nosotros a veces mostramos rabia. En resumen, encontramos más fácil trabajar con nuestros hijos que con nosotros mismos, y eso es lo que a veces hacemos.

Esta hipocresía tiene resultados desastrosos: Demasiados niños legítimamente ven a sus padres y maestros como insinceros. Después los niños rechazan las autoridades morales de los adultos en sus vidas. Se aíslan emocionalmente de los padres y maestros y empiezan a tomar sus propias (a veces destructivas) decisiones.
O a veces estos niños aceptan las lecciones de su infancia. Se podrían comportar muy bien y estudiar bien en la escuela, pero también absorben la inconsistencia de su maestros. Al llegar a sus últimos años de adolescencia estos niños ya han dominado el arte de la hipocresía y mucho de su comportamiento no tiene nada que ver con sus valores. Estos son los universitarios que quieren cambiar el mundo y hacerlo mejor y también compran porquerías en el Internet. Inclusive que nunca hicimos trampa en la escuela, si actuamos con hipocresía en otras áreas de nuestra vida, nuestros hijos absorben la lección y la practican completamente.

Eventualmente, los verdaderos valores y perspectivas que nosotros, padres y maestros, plantamos a través de nuestro comportamiento (para bien o para mal) dan sus frutos. Si queremos criar hijos que sean buenos adultos, debemos sembrar las semillas de bondad en nuestra conducta.

Ser un modelo no es fácil. Nuestros hijos nos ven a todas horas del día bajo todas las circunstancias, haciendo lo posible para mantener la fachada de comportamiento ético. Si tenemos un temperamento u otra característica negativa, lo verán. Más aún, mientras luchamos para comportarnos adecuadamente en todo momento, descubrimos que buenas intenciones por si solas no producen un buen comportamiento. A veces, inclusive cuando no nos queremos enojar, nos encontramos perdiendo el control. No tenemos mayor opción que trabajar en nosotros mismos. Debemos hacernos de un tiempo para mejorar nuestro carácter, especialmente la paciencia.

La estructura tradicional de trabajar en nuestro carácter es formar un grupo de 5 a 15 personas, lideradas por un estudioso de la Torá con experiencia en esto. El enfoque tradicional es complejo, toma mucho tiempo, pero es muy efectivo. Aquí en Jerusalem hay más de 120 madres y padres de habla inglesa que participan de estos grupos. La mayoría han sido miembros por más de cuatro años y pudieron haber participado por siete años. Se juntan cada 2 - 6 semanas para aprender sobre la característica en la que están trabajando, reciben ejercicios prácticos y clases que les ayudan a interiorizar la cualidad, y discuten sus éxitos y fracasos.

Vi a miembros de un grupo trabajar en si mismos hasta que el enojo se convirtió en un evento raro en su persona. Vi a miembros de otro grupo que desarrollaron tal integridad que los miembros nunca rompieron su palabra, inclusive cuando el compromiso era estar "en el teléfono en un minuto". Estos son grandes logros, y han tenido mucha influencia en los hijos de los miembros del grupo (algunos de ellos son adolescentes mayores y han entrado también a los grupos).

La educación judía ha recorrido un gran camino en los últimos 50 años, el movimiento de la escuela Judía diaria ha estado constantemente en el borde de su progreso. Probablemente es tiempo de redefinir la educación Judía, y probablemente innovarla haciendo que directores, maestros y padres otra vez lideren el camino.

Cuando nuestro patriarca Abraham mandó a su sirviente Eliezer a buscar una esposa para su hijo Isaac, Abraham le pidió a Eliezer que jure que nunca traería a una mujer de las Quenaanitas locales -- pues el pueblo de Quenaan era conocido por ser asesinos y ladrones. Él le dijo a Eliezer que elija una mujer de la tierra de Abraham -- aunque aquellas mujeres eran conocidas como idólatras.
El autor del comentario a la Torá "Kli Yakar" pregunta por qué Abraham prefirió a una idólatra en lugar de una asesina o ladrona. Y responde que aunque los padres tratan de pasar dos herencias a la siguiente generación -- nuestras cualidades internas y nuestras creencias -- sólo nuestras cualidades internas pasan instantáneamente y sin modificación a nuestros hijos. Nuestras creencias deambulan en la tierra de nadie hasta que nuestros hijos escogen aceptarlas o rechazarlas.

Abraham entendió que el asesinato o el robo, resulta de un carácter corrupto. Entonces, una mujer de una familia de valores corruptos va, necesariamente, a pasar esas cualidades a sus hijos y el pueblo Judío necesitaría hacer un esfuerzo masivo en generaciones futuras para limpiar esta contaminación de carácter.

La idolatría, por otro lado, resulta de creencias erróneas. Contrariamente a la herencia de las cualidades internas, la creencia paterna no necesariamente penetra muy profundo, y su influencia superficial puede ser corregida rápidamente. Mientras que las cualidades de la futura esposa de Isaac estuvieran en orden, un poco de clases de introducción al judaísmo romperían sus creencias y sus descendientes serían refinados y fieles de la nación judía.

Los directores, maestros y padres de las escuelas judías tienen una oportunidad extraordinaria de garantizar la herencia de nuestros hijos. Los grupos de trabajo han probado popularidad en Jerusalem. Sin duda, sería igual de popular en otras ciudades alrededor del mundo. Probablemente, el formar grupos es el sistema por medio del cual podremos escoger construir el tesoro espiritual que pasaremos a la siguiente generación.

 



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