Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

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LA FORMULA

“Y se quejaron los hijos de Israel por el trabajo y gritaron…”

(Shemot 2,23)

¿Acaso alguien vio, últimamente, las plagas de Egipto?

Nosotros, seguramente no las vimos. En cambio, el Baal Shem Tov Hakadosh ztz”l encontró, para nosotros, un versículo en el profeta Irmiahu, que nos abre los ojos.

En las vísperas de la terrible destrucción del Templo, del Beit Hamikdash, el profeta se paró y comenzó a orar:

Tú, Hashem Elokim, mira, Tú has creado los cielos y la tierra con Tu Gran Fuerza y con Tu Brazo extendido. Ninguna cosa es maravillosa o sorprendente para Ti. Tú, que has puesto señales y maravillas en la tierra de Egipto hasta el día de hoy, para Israel y para el hombre. Y harás para Ti un Nombre, como en este día (Irmiah 32,20).

¡Hasta el día de hoy!??? Sabemos que cada plaga se desarrolló durante una semana y así como cada plaga trajo determina cosa, en la misma forma que llegó desapareció, llevándose todo lo que trajo (Shemot Raba 9,12).

A esto contestó el Baal Shem Tov Hakadosh: puede ser así, “¡hasta el día de hoy!”

Todo hombre que abre su corazón y sus ojos, puede pensar y elaborar a su alrededor esas “señales y maravillas, en Israel y en el hombre”, con los milagros de todos los días…

Y podemos pensar, que las plagas de Egipto, y la misma Salida de Egipto, no nos enseñan sobre la salida en sí. Hashem nos ordena recordar las plagas y la Salida de Egipto todos los días, por la mañana y por la noche, y relacionarlos también, con la festividad de Pesaj, y especialmente, con la noche del Seder.

¿Por qué?

Porque de aquí debemos obtener una enseñanza eterna, el Trabajo de nuestro Creador: darle a cada hombre según sus caminos y según el fruto de sus obras (Irmiah 32,19). Y como está escrito en el Midrash (Bereshit Raba 11,10). Con el fin del trabajo de la Creación del Mundo, Hashem descansó de todos sus trabajos. Descansó de los trabajos del mundo, pero no descansó, ni de las obras de los malvados, ni de las obras de los justos. Sino que trabajó con los unos y los otros.

¿Y entonces qué? Hay una necesidad de ver los límites de la recompensa y del castigo, interpretando cómo está en manos de Hashem desviar todo y gobernar todo lo existente.

Y veremos, como el “Mekubal”, hombre de D-s, rabi Itzjak Aizik Javer ztz”l relaciona nuestra situación y la muestra con un relato maravilloso.

Un hombre había cometido un terrible pecado. Y el juez decidió, que no alcanzaba con estar encarcelado un determinado tiempo y castigarlo con latigazos. Ordenó encerrarlo sin informarle cuánto tiempo estaría preso, y sacarlo de vez en cuando para darle unos cuantos latigazos, una vez unos latigazos más, una vez unos latigazos menos, hasta que se sienta rendido, al pensar que nunca acabaría la condena ni tampoco los latigazos. Eso aumentaría el castigo.

El preso, al ver que de vez en cuando lo sacaban del calabozo para darle latigazos, pensó que el verdugo que lo castigaba era muy cruel, y con todo eso, trataría de doblegar su corazón. Se arrojó sobre sus piernas y le suplicó, que tenga piedad de él, volcando lágrimas de sus ojos…

El juez escuchó y grande fue su enojo. Porque el preso supone que los latigazos son el fruto de la crueldad del verdugo, y no entiende que ellos son sólo una parte de los decretos determinados en el juicio. Así, cuando el preso equivoca su visión, los latigazos dejaron de cumplir su función como castigo por el pecado. Por eso, ahora aumentó su castigo privándolo de comer, para que pase hambre…

El preso se dio cuenta que su estado ahora era peor, y entendió su error. Escribió una extensa carta donde se disculpa con el juez. Y le explica su equivocación.

Y así escribió: si me hubieran dado los latigazos en tiempos fijos, informándome desde un principio, yo entendería que es parte de un decreto del juzgado. Además, si cada vez que fui castigado, habría visto presente al honorable juez, también comprendería que se están cumpliendo sus órdenes y decretos.

Pero cuando el juez no aparece en el terreno, y cuando los latigazos me los dan en cualquier momento, a veces más, a veces menos, que no le sorprenda al señor juez que yo piense que los castigos surgen de la mente del verdugo, y por eso, mis súplicas hayan sido hacia él, porque pensé que todo provenía de su estado de ánimo…

¿Cuál es el mensaje del relato?

Por nuestros pecados, el decreto nos llevó a un terrible destierro, casi como una prisión. ¿Y qué pensamos? Que nuestros enemigos nos golpean con toda la crueldad de sus corazones. Lo peor es que, también ellos, piensan que es así… ellos piensan que tienen el poder suficiente para castigarnos, y hasta el derecho para hacerlo.

Por eso, nosotros trabajamos en todos los ámbitos para defendernos de nuestros enemigos, y ellos hacen lo propio para hostigarnos. Nosotros enseñamos a la población como enfrentar una guerra o ataques terroristas. La actividad política se intensifica. En todos los niveles, la idea es única: reforzar nuestras defensas y planificar nuestros ataques.

Pero hay algo que siempre falta: pedirle a la verdadera Fuente de Bendición que endulce nuestro veredicto, y nosotros, por nuestra parte, también haremos algo: arrepentimiento y corrección de nuestros caminos. Podríamos decir que nos apartamos de las palabras del profeta que nos hace ver pobres, porque nuestro camino está marcado por manos ciegas (Irmiah 10,5).

Y nosotros le contestamos al profeta atacando por dos sectores al mismo tiempo: ¿por qué Hashem estás tan lejos?, ¿por qué te ocultas en momentos de sufrimiento? (Tehilim 10.1). O sea, cuando no vemos al juez cerca del lugar de castigo, y no sabemos desde un principio en qué momento recibiremos los golpes o cuándo llegará el sufrimiento, suponemos que nuestros enemigos son los que nos atacan cuando se enfurecen con nosotros…

Lo mismo ocurrió con los hijos de Israel en Egipto: “y se quejaban los hijos de Israel por los trabajos y gritaron”, “gritaban porque les dolía el corazón a causa del trabajo” (Seforno), todas sus prioridades tenían que ver con los duros trabajos.

No gritaban a Hakadosh Baruj Hu para que los salve, sino que gritaban debido al sufrimiento que a un hombre le provoca el dolor (Or Hajaim Hakadosh). Y elevaban sus gemidos a nuestro D-s, debido al trabajo, como está escrito: escuché sus gritos a causa de sus opresores. Por eso fue enviado Moshe, para abrirle los ojos al pueblo, para que les muestre dónde está el Juez, el Juez que determinó las plagas desde un principio.

Para enseñarnos que ninguna cosa se produce por sí sola, que si nuestra voluntad es salvarnos, no tenemos que dirigirnos al verdugo, sino ir directamente al Juez. Esta es la fórmula más efectiva. Al Creador le tenemos que pedir, y El nos redimirá muy pronto...

Traducido del libro Maian Hashavua.

 

Leiluy Nishmat

Israel Ben Shloime   z”l

Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom



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