Rav Avigdor Miller en Un curso de amor
Pregunta:
¿Cómo se entrena uno para amar verdaderamente a los judíos?
Respuesta:
No es una pregunta sencilla. Pero la primera misión es escoger a un judío y aprender a amarlo a el primero.
Elija a alguien que no suponga una gran prueba, alguien a quien sea más fácil amar: un judío agradable y atractivo; limpio, educado y amigable contigo. Y luego ocúpate de amarlo.
No reacciones simplemente como un animal. Un animal también reacciona agradablemente ante alguien que es amable con él. Practica amarlo porque es judío, no porque sea lindo o amigable. “Mira a este hermoso descendiente de Avraham, Itzjak y Yaakov”, te dices a ti mismo, “este hermoso miembro del Am kadosh—del pueblo sagrado”. Y poco a poco métete en la cabeza que lo estás amando porque es una mitzvá de la Torá, ve’ahavta le’reiacha kamocha.
Después de un tiempo empezarás a amarlo y luego, cuando empieces a amar bien a un judío, ahora ya podrás graduarte y amar a dos judíos. Y después de un tiempo comienza a extenderse.
Por cierto, no es idea mía. Escuché esto de un Adam Gadol—de una gran persona. Hace cincuenta años me lo contó. Así fue como comencé a amar a los judíos. Elige a alguien y trabaja con él como modelo.
Nuestros sabios trabajaron de esa manera. A cualquiera que se le acercaba lo llamaba “Bni, hijo mío” o “Biti, hija mía”, para acostumbrarse a amar a esta persona como aman a sus propio hijos.
Eso es lo maravilloso de ser padre. Un padre tiene una fuente de amor que se abre en él hacia sus hijos. Hay muchas personas que no amaron a nadie hasta que tuvieron hijos. Entonces empezaron a amarse de verdad con un afecto profundamente arraigado. Ahora bien, una vez que amas a tus propios hijos, a veces tus hijos traen a sus compañeros de juegos a la casa; un niño pequeño trae niños pequeños. Entonces piensas: “Ellos también son amados por sus padres”, y el afecto puede extenderse a los demás.
Ese es el sistema que propongo para aprender a amar a los judíos.