Ví­ctor Hugo Gómez Ergas
Tora y Ciencia

¿VER PARA CREER?

Los invito a una reflexión que se originó en una de las clases de "Hashkafá" - Visión judía del mundo y de la vida. Espero que esta sea bien comprendida y nos permita empezar a pensar un poco más como judíos, pues en los últimos dosci
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Los invito a una reflexión que se originó en una de las clases de "Hashkafá" - Visión judía del mundo y de la vida. Espero que esta sea bien comprendida y nos permita empezar a pensar un poco más como judíos, pues en los últimos doscientos años y sobre todo durante los últimos cincuenta, nos han lavado bastante la cabeza con pensamientos, formas y costumbres ajenos a nosotros, a nuestra propia identidad, llevándonos a perderla cada día más.

El Racionalismo es una corriente filosófica que dice, entre otras cosas, que todo aquello que tiene una explicación racional (en una racionalidad llamada científica) existe, y lo que no tiene una explicación, y existe, es porque todavía no se encuentra una explicación.

En síntesis, el Racionalismo exalta los grandes poderes de la razón humana para conocer el mundo. Esta tendencia marcó el pensamiento filosófico, científico y religioso de la sociedad moderna hasta nuestros días.

¿Qué exalta el Racionalismo? Entre otras cosas el famoso adagio: "Ver para creer". Pero esto no es tan cierto, pues si nos fijamos en la gente "Yajne" (chismosa) la máxima de ellos es: "Oír para creer", ya que creen y aseveran todo aquello que escucharon y no necesariamente lo que vieron. De aquí podemos inferir que no hay que ver para creer o, lo que es lo mismo, podemos creer sin ver. En otras palabras, el problema radica en saber "Ver" las cosas.

La lluvia es un fenómeno de la naturaleza que todos conocemos. De hecho la vemos; por lo tanto, afirmamos racionalmente que existe; es decir, ver para creer. Pero, ¿por qué llueve? ¿Cuál es la explicación de la lluvia? Para eso el Racionalismo nos da la respuesta, una explicación científica: "El ciclo del agua". Les explico en qué consiste:
El agua acumulada en los mares, lagos y demás se evapora (se transforma en gas) al calentarse, por ejemplo, con el calor del sol. El vapor de agua se eleva hasta una cierta altura, donde se acumula formando nubes. Los vientos las empujan hacia tierra y, al descender la temperatura, el vapor de agua se condensa, se transforma de gas a líquido; esto es, las moléculas de agua, que están sueltas, por estar en estado gaseoso, con la baja temperatura tienden a juntarse hasta formar gotas de agua. Al condensarse el vapor forma gotas que, cuando son lo suficientemente grandes como para ser más pesadas que el aire, debido a la fuerza de gravedad terrestre, caen en distintas formas de precipitación, lluvia, granizo o nieve, dependiendo de lo baja que sea la temperatura y de la altura. En el caso de la nieve, ésta permanece acumulada hasta que el aumento de temperatura genera su derretimiento, escurriendo por el suelo en forma de ríos y napas subterráneas hacia los lagos y mares. Igual cosa sucede con el hielo en los glaciares. Este se desprende de un glaciar y cae al agua, flota y navega a la deriva hasta que el calor lo derrite lentamente. Luego esa misma agua se vuelve a evaporar. De este modo, el ciclo se repite. ¡Fantástico!


Al leer esto la mayoría dirá: "¡Qué sabia es la naturaleza!". Pero hay un "problemita", más bien son dos "problemitas insignificantes”. El primero, ¡todavía no explicamos por qué llueve!; simplemente describimos cómo llueve, que no es lo mismo. Resulta que la ciencia no explica la razón de nada. Todo buen científico sabe que la ciencia trata de describir procesos, o sea, cómo se producen los fenómenos; pero no puede explicar el porqué de los mismos. Por eso aquél que dice: "La explicación científica de esto es tal cosa", está muy equivocado. Debería decir: "Este fenómeno se produce de tal forma", o "La descripción del proceso tal es..." y luego describir el proceso, pues, y siento desilusionarlos, el porqué se produce realmente ninguna persona lo sabe. Por ejemplo, se sabe cómo funciona el motor diesel, pero todavía no se sabe por qué funciona.

El segundo punto tiene que ver con el agua en sí. Dijimos que el hielo flota. ¿Se han preguntado cómo es posible? Se los describo: Al bajar la temperatura hasta cero centígrado, el agua pura se congela; es decir, el líquido se solidifica. Ahora bien, un metro cúbico de agua -esto es, un cubo de un metro por lado- pesa mil kilos o, lo que es lo mismo, mil litros. Si se congela produce un cubo de hielo de mil kilos de peso con un volumen, el espacio físico que ocupa es de más de un metro cúbico. Aumenta el volumen del sólido manteniendo el peso: por eso flota. Esto se comprueba al llenar hasta el tope una botella con agua, taparla y congelarla. La botella se revienta al congelarse el agua y… ¡aumentó su volumen!. Si el hielo se derrite ocurre lo contrario: el volumen de agua va a ser menor que el que ocupaba el pedazo de hielo, pero va a mantener el mismo peso. ¿Sabían que éste es un caso excepcional en el mundo de los líquidos?

Los alcoholes, aceites, ácidos puros (que no contienen agua), metales líquidos como el mercurio, metales y sólidos fundidos, etc., no se comportan como el agua. Al bajar la temperatura lo suficiente, se solidifican, formando un estado sólido que mantiene el peso, pero disminuye el volumen; por lo tanto, se hunden si se les coloca en un medio líquido de su misma naturaleza (por ejemplo, aceite congelado en aceite líquido). Si quieren comprobarlo, es cosa de ver un termómetro donde el mercurio que está en el interior aumenta su volumen al aumentar su temperatura. Por eso, el caso del agua es la excepción; pero no nos parece extraño ¡aunque lo es!, y mucho, porque es el líquido cuyo comportamiento estamos más acostumbrados a ver, ya que es el que más abunda en océanos, lagos, ríos e ¡incluso en nuestras casas!.

Resumiendo, todos los líquidos se encuentran en una cantidad ínfima comparados con el agua y forman sólidos que, al igual que el agua, mantienen el peso; pero, a diferencia de ésta, ocupan menos volumen o espacio físico que el que ocupaba el líquido que los originó (y como dijimos anteriormente, al revés, el hielo ocupa más que el agua). Además, no nos maravillamos de esto, porque influye en nosotros el factor de la costumbre.

¿Se imaginan lo que pasaría si el agua se comportara como todo el resto de los líquidos? Al llegar el invierno, y congelarse los lagos y mares árticos y australes, la superficie del agua se congelaría y se hundiría. Así, al caer capa tras capa de hielo, moriría aplastada la vida marina y el lago o mar desde el fondo hasta la superficie sería hielo. Al mismo tiempo, el nivel del agua sería más bajo y las playas se ensancharían por la reducción del volumen del agua. Por el contrario, al llegar los deshielos, el agua solidificada (hielo) aumentaría su volumen, provocando una subida del nivel con las correspondientes inundaciones de vastos sectores de tierra firme. De hecho, si se derritiesen los polos se inundaría la Tierra; pero, "Baruj HaShem" (Gra-cias a D\'s), sucede al revés.

Se dan cuenta que el ciclo del agua no es tan simple y lo que pasa es que la mayoría "no sabemos verlo" en su real dimensión, porque el agua posee esta y otras cualidades que no tienen explicación frente al comportamiento de todo el resto de los líquidos.

Ya vimos que el agua es un líquido absolutamente atípico o extraño. Me gustaría recordar que la ciencia describe cómo se solidifica el agua, su comportamiento molecular y otras cosas, pero lo que no ha dicho es por qué se comporta así. Veamos al agua, ahora, del lado común al resto de los líquidos.

Volviendo al caso de la lluvia, para que ésta caiga, primero tiene que ascender en estado de gas y esto se realiza por medio de la evaporación (pasar de estado líquido a gaseoso, recordemos que los gases tienden a ocupar la mayor cantidad de espacio disponible). Comparemos esto con una mesa de billar, donde están las bolas colocadas al centro y son golpeadas por la bola blanca. Las bolas, al igual que las moléculas de agua, se agitan producto del un estímulo (el golpe) y se van a mover recorriendo la mesa, pero no van a poder escapar hacia abajo de la mesa, porque están sobre su base; tampoco hacia los costados, porque están los bordes de ella, y en el mejor de los casos chocan entre ellas mismas. Pero, ¿qué diríamos si las bolas salieran flotando por el aire porque se agitaron y, como no podían escapar hacia abajo y los costados, se fueron para arriba? Primero nos iríamos todos de espalda, y luego diríamos: ¡Milagro, milagro! Finalmente, y esto es la más característico de nuestra época, recapacitaríamos y atribuiríamos el hecho a un fenómeno óptico o diríamos que fue psicosis colectiva o algo por el estilo (por esto dicen nuestros sabios que D\'s no se presenta en forma clara y abierta en nuestros días, pues inmediatamente buscaríamos la explicación del fenómeno, así que igual "no lo veríamos").

Con la evaporación del agua pasa igual que con las bolas de billar y nadie se desmaya. Para empezar, el sol caliente, porque su superficie está incandescente. El fuego es energía, pero hay energías que no calientan. Así que ¿quién dijo que el fuego tiene que calentar? Es más, aún cuando el calor solar calienta la superficie del agua, ¿quién dijo que las moléculas, con el aumento de la temperatura del agua, se tienen que agitar? Más aún, aunque las moléculas se agitan, eso no implica que tengan que salir volando.
Es ilógico, porque al igual que las bolas de billar también están afectas a la fuerza de gravedad. Por otra parte, para poder entender mejor este fenómeno, explicaremos que el gas de cañería tiende a caer a los lugares más bajos, se escurre por escaleras y alcantarillas; no sale volando como en el caso del vapor de agua. Así que ¿quién dijo que las moléculas de agua, al agitarse por el aumento de la temperatura, necesariamente tienen que salir volando?
Resulta que cada parte o eslabón del ciclo del agua no tiene explicación en sí misma, y esto se hace extensivo a todo fenómeno. Han pensado alguna vez que el ser humano está lleno de orificios y no se vacía. A que la lana abriga o que el pelo crezca, etc. En el caso del ciclo del agua claramente vemos una cadena, pero erróneamente pensamos que cada cosa es consecuencia de lo anterior y causa de lo que sigue.
La verdad es que, si vemos una cadena, cada eslabón es independiente, no se genera por el eslabón que lo antecede y tampoco produce al que lo sucede. Es decir, cada fenómeno en sí mismo no tiene razón de ser; es totalmente independiente y aislado. Cada uno es un milagro. Sí, señores, las cosas por su nombre. Para nosotros los judíos (y de hecho es así) los milagros no son algo raro (sí sobrenaturales); por el contrario, cada cosa es un milagro y sólo D\'s sabe por qué los hace. Por eso, en vez de decir: "¡Qué sabia es la naturaleza!", deberíamos decir: "¡Qué grande es el milagro de la naturaleza!".

 

EL MILAGRO DE LA NATURALEZA

Si preguntamos qué es un milagro, la respuesta más simple es que todo se maneja por leyes naturales que D\'s estableció y dirige, y cuando se hace necesario, Él mismo cambia las leyes para producir un fenómeno sobrenatural que es positivo, y que "ocurre en el momento en que se necesita". Eso respondería una simple persona creyente.

En el libro "Mijtav MiEliahu" ("Carta de Eliahu"), del Rab Eliahu Desler Tz.Z.L, al tratar el tema de "Milagro y Naturaleza", trae el siguiente ejemplo: "Imaginemos que estamos en un cementerio y vemos que en una tumba la tierra se acomoda sola, luego se forma un cuerpo y este cuerpo abre los ojos, se para y sale caminando. Nuestra primera reacción sería de espanto y luego diríamos que fue un milagro, porque resucitó un muerto. Si tomamos una semilla seca, la enterramos y le echamos agua, la semilla se pudre (al igual que el cuerpo de un ser humano fallecido). Una vez que la semilla está bien podrida germina una planta que sale a la superficie de la tierra, crece, vive, respira y produce frutos con otras semillas en su interior".

En el caso de la planta, también resucitó un ser muerto. Por cuanto el fruto del árbol se cayó de él y solo después de que se pudrió germinó la semilla, sólo que nosotros no nos damos cuenta, porque, al igual que con el ejemplo de la lluvia, estamos acostumbrados a verlo; pero es un milagro tan grandioso como darle vida de nuevo a una persona.

Nuevamente, nadie dijo que porque le echemos agua a una semilla enterrada ésta tiene que crecer y generar una planta. De hecho un óvulo fecundado es una semilla y, por mucho que lo enterremos y le echemos agua, no va a crecer una bebe.

En hebreo, mundo se dice OLAM, viene de la palabra ILUM, que significa "ocultamiento". Nuestros sabios nos enseñan que el mundo físico es un ocultamiento de D\'s. Sirve para que Él se esconda y nosotros lo descubramos en cada cosa de la naturaleza. D\'s hizo las cosas así, a fin de otorgamos un libre albedrío absoluto, o sea, la capacidad de decidir y ser responsables por nuestros actos. Si HaShem (D\'s) se manifestara clara y abiertamente, seríamos autómatas a su servicio, al igual que los ángeles; pero, al no verlo y encontrarlo, nos comprometemos con lo que Él quiere de nosotros; nos elevamos a un nivel superior al de los ángeles pues, teniendo la posibilidad de no hacer, elegimos la de hacer, y es más valioso un compromiso adquirido por propio deseo que por obligación.

Parte de este ocultamiento de D\'s es el principio de "Causa y Consecuencia"; es decir, llueve o echo agua a la tierra y por eso la planta crece. En realidad no es así, pero D\'s estableció que cada milagro ocurra en un determinado momento y orden y no en otro, para hacernos creer que son causas o consecuencias de otras cosas y no lo que en realidad son; esto es, fenómenos no relacionados entre sí, independientes del resto, que no son efectos ni causas de nada.

El "Mitjav MiEliahu" cita un acontecimiento de la Guemará. El Talmud en el tratado de Ta\'anit (25) relata un hecho que le ocurrió a Rabbí Janiná Ben Dosá: Antiguamente no se encendían velas para Shabbat, sino mechas flotantes (como aún muchos acostumbran). La hija de Rabbí Janiná Ben Dosá preparó las mechas para encenderlas, pero minutos antes de empezar Shabbat, se dio cuenta que, en vez de poner aceite para encenderlas, puso vinagre, le contó esto a su padre y pensó que por esta razón no tendrían luz para Shabbat, pues no había tiempo para hacer nuevas. Rabbí Janiná Ben Dosá le dijo a su hija: "El que hizo que el aceite encienda va a hacer que el vinagre encienda también". Su hija comprendió lo que su padre le dijo y encendió las mechas flotantes, éstas se prendieron y tuvieron luz para todo el Shabbat".

Rabbí Janiná Ben Dosá llegó a un nivel tal de comprensión que todo viene de HaShem, que a Él le daba lo mismo encender las mechas con aceite, alcohol, vinagre, agua o sin nada. ¡Total! Si el hecho que el aceite encienda es un milagro, ¿qué diferencia hay en que D\'s cambie el milagro para el vinagre? A Rabbí Janiná Ben Dosá le daba igual.

Personas como él, que descubrieron el ocultamiento de HaShem en la naturaleza, y que saben y ven como lógico que absolutamente todo depende y existe porque D\'s así lo quiere, son aquellas a las que HaShem ya no se les oculta, por lo que se le presentan fenómenos que al común de la gente no se nos presentan, ya que no hemos llegado todavía a un nivel tan alto de comprensión del mundo natural. Ahora podemos entender que un milagro es algo normal y no algo fuera de lo común. Pero no por eso no nos vamos a maravillar. ¡Al contrario!.

Extraído de la revista "El Kolel" con autorización de sus editores



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